08 agosto, 2014

La felicidad como estado del SER

Desde que escuché aquella frase: “La felicidad no es el fin, es el camino” comencé a desarrollar una teoría extraña (seguro no soy la primera y no seré la última a la que se le ha ocurrido) acerca de la felicidad como un estado del ser y no como una sensación momentánea de plenitud y alegría. Incluso una vez tuve una discusión deliciosa con mi amigo César acerca de ello. “Puedes ser feliz todo el tiempo, sostenía yo, aunque te sientas triste, enojado, frustrado, puedes disfrutar cada sentimiento, cada sensación, alegrándote de sentirlos porque significa que vives”. Por supuesto, él no estuvo de acuerdo. “Cuando te sabes mediocre, explicó, eres mediocre y punto. Si te alegras sólo puedes hacer más grande tu mediocridad, porque te sientes cómodo en ello sin intentar cambiarlo”. Sólo con el tiempo comprendí (y sigo en esa vía de comprensión) que ninguno de nosotros estaba equivocado.

Es innegable que puedo sentirme cómoda con la tristeza, la soledad o el enojo, después de todo los he experimentado en demasía. Pero la comodidad no es la felicidad. Ser feliz, en mi opinión, es sentirse pleno y alegre con todos y cada uno de los sentimientos que puedan existir. No tiene ningún sentido sentirme feliz en la tristeza si todo el tiempo estoy triste, pues la felicidad representa también cambio, decisión, locura. Entendí que la felicidad (como yo he querido asumirla) no es sólo sentir, sino que es también ser. Y que como ser humano que soy, puedo llegar más lejos en unas cosas que en otras. Por ejemplo, nada se compara con el hormigueo que siento al escribir y crear, ni siquiera mi película favorita logra transportarme de ese modo. Cada uno tiene su no sé qué que qué se yo que lo hace experimentar la felicidad más pura.

En conclusión, elijo ser feliz por el resto de mis días, como forma de ser, claro. Y llevando la palabra a todas sus extensiones posibles (no se tome felicidad como sinónimo de hiperactividad).

¿Ustedes son felices?

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